Hace escasamente un mes leíamos en clase "Los que se alejan de Omelas", un pequeño cuento de ciencia ficción que nos servía para hacer una reflexión sobre los dilemas que puede plantear una utopía. ¿Seríamos capaces de organizar un viaje a Omelas sabiendo el secreto que esconde?
¿Podríamos vivir felices en una sociedad perfecta, de cuento de hadas, sabiendo que la única condición de esa felicidad es la desgracia de un solo individuo?
Ursula K. Le Guin escribió este cuento poco después de leer a William James y su obra "El filósofo moral y la vida moral" también él se planteaba lo siguiente:
… si se nos ofreciese la hipótesis de un mundo en el que las utopías […] estuvieran superadas y millones de personas fueran permanentemente felices con la simple condición de que cierta alma perdida más allá del límite de las cosas llevase una vida de solitaria tortura, ¿qué puede ser, excepto una específica e independiente emoción, lo que nos haga sentir inmediatamente, incluso aunque surja un impulso en nuestro interior que nos lleve a aferrarnos a la felicidad así ofrecida, lo espantoso que puede ser su disfrute cuando se acepta deliberadamente como el fruto de tal ocasión?
Fue este planteamiento social y ético lo que hizo realmente atractiva esta lectura de ciencia ficción y generó un buen debate en nuestras clases. No sabíamos entonces que Ursula K. Le Guin fallecería poco después.
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